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El Pueblo 5.7.2015 Conozcan la historia de Tony Molleapaza y la holandesa Marjan van Mourik

El Pueblo 5.7.2015 Conozcan la historia de Tony Molleapaza y la holandesa Marjan van Mourik

“De repente, ahí estuvo, la mariposa se sentó en la palma de mi mano/ ¿Era una mariposa del limón, un pavón diurno o qué habrá sido?” 
Una mariposa, cuyos padres le llamaron Tony Molleapaza Rojas, se posó en las manos de Marjan para no irse. Tenía solo 10 años y ya sabía que se iba a morir. Sus brazos hinchados con venas perforadas mostraban las huellas de su batalla contra el cáncer terminal, su cabeza pelada era el rastro de la quimioterapia, los pulmones afectados, muchos tumores en el cuerpo y la pierna amputada,  las evidencias de que todo estaba mal.
La noche anterior a su muerte, acudió por última vez al cine. Acompañado de dos bomberos paramédicos y de Marjan Van Mourik, la holandesa que lo cuidó en sus últimos días, llegó en camilla al cine. Aquella vez, no le fue fácil entrar. Los encargados del local se negaron a permitirle el ingreso como en otras ocasiones porque  su delicada condición de salud podría provocar malestar o una desgracia dentro.
-¡Disculpa! ¿Tú quieres realizar (el) último deseo de tu hijo? –Les explicó la dama con entendible castellano- ¡Sus películas son mucho más feas que esta realidad, ese chico se va a morir, entonces, ¡qué te pasa para decir que no puede entrar!
A los 10 minutos de iniciada la función de “Bob Esponja 2”, su película favorita, Tony agotó las reservas de oxígeno que llevaron los paramédicos. Entonces, comprendió que era suficiente. Que su función estaba a punto de acabar y que sus energías se le estaban agotando. Volvió a casa de Marjan.
A las seis de la mañana, cuando los rayos de sol  entraban por su habitación,  la mariposa alzó vuelo y dejó de existir. Era un 31 de enero del 2005. El cáncer terminal se lo había llevado. La fea película, que vivió entre hospitales, quimioterapias, vómitos y llantos, tenía que acabar para dar paso a otra que tenga un excelente guión, tal como Marjan se lo había dicho cada vez que él le preguntaba sobre la muerte y su fatal destino.
¿Por qué no me acompañas? le dijo alguna vez y la extranjera le hizo entender que la vida no funciona así, que aunque se suicidara no había garantías de que ambos estén juntos, como cuando lucharon contra la enfermedad desde el primer día que se conocieron.
“Junté las palmas de mi mano, protectoras contra lo que es y era/ Con mi amor y mi corazón intenté darle paz/ Escuché sus pensamientos, sus sentimientos, sus miedos/ Ahora almacenados en mi disco duro/ algún día revelaré su significado valioso.”
Tony llegó a manos de Marjan Val sin esperarlo. Ella era una enfermera que vino al Perú en 1998 como turista y que, ante las necesidades que vio, decidió quedarse y crear –con otros socios- la fundación Paz Holandesa, para apoyar a los pequeños con enfermedades. Esto, aunque estaba lejos de su país y a pesar de que su esposo le pidió decidir entre él y su labor social. Al final decidió por lo segundo.
 Fueron unos vecinos quienes le hablaron del niño. Un día se acercaron a la fundación para comunicarle que en Hunter vivía un niño con cáncer que por escasos recursos de sus padres no era operado ni recibía un buen tratamiento, quedando postrado en una humilde cama. Tras conocerlo aquél 2002,  el pequeño tierno y de cuerpo delicado como una mariposa, la conmovió  convirtiéndose desde aquél momento en su buena amiga.
-Los especialistas de Holanda dijeron que solo viviría seis meses. No le daban mucha vida y quedó viviendo un año y medio- recuerda la enfermera neerlandesa.
Como premio a su valentía por seguir batallando, el pequeño fue llevado por primera vez al cine, el lugar que se convertiría en su preferido, donde a pesar de que al principio salga mal, los personajes siempre terminan felices. Lamentablemente, la vida dista mucho de la ficción. Su vida de desgracias y sufrimientos por la enfermedad, nunca cambió.
Una vez le pidió ir a su casa de Challapampa a pasar un fin de semana y terminó quedándose durante tres meses. Con permiso legal de los padres, Tony se convirtió en residente del hogar de Marjan, quien le cocinaba comida típica de su país y, a veces, salían a comer.
“Fuimos a KFC y pidió pollo familiar. Yo le dije: ¿tanta hambre tienes Tony? y él respondió que era para su familia. Cuando muchos en su situación piden para ellos, él se preocupó por su familia”, relata su protectora, resaltando la madurez y buen corazón del niño, quien se ganó su cariño con sus pequeños gestos.
Esos eran los pocos momentos alegres. Alguna vez, Tony Molleapaza lloraba de ansiedad y por el dolor que le provocaba el tratamiento, se preguntaba por qué le tocó vivir así, por qué Dios se había ensañado con él para darle tanto dolor, que si quizás estaría pagando algún pecado.
-No has hecho nada malo, solo es mala suerte, nada más- recuerda que le decía Van Mourik al menor para calmarlo y no tocar a alguna divinidad que ambos cuestionaban. Aunque hayan pasado 10 años de la muerte de Tony, a la europea aún le dan ganas de sollozar.
Semanas antes de fallecer, Tony se dijo si al morir iría al cielo o al infierno, que le hubiera gustado vivir más, pero ya había desafiado el tiempo que le dio la ciencia y el tratamiento. Fue ahí que Marjan le prometió que construiría un hospital para curar a los niños y que llevaría como nombre “Tony Molleapaza Rojas”. Así simbólicamente seguiría viviendo.
 “Despacito vuelvo a abrir mis manos/ para que la mariposa se vaya, hacia lo que nadie sabe o conoce/ pero, sabiendo que es bueno y suficiente”
Buscando gestiones, logró que el entonces alcalde de Paucarpata, Marcio Soto, le cediera un terreno por 99 años y que con capitales europeos  inicie la construcción del local un año después de la pérdida del chiquillo. Tras acción del director de El Pueblo, Carlos Meneses Cornejo; del ex presidente regional, Juan Manuel Guillén e inversión de algunos privados,  se mejore e implemente algunos lugares. Finalmente el 2012, fue inaugurado el nosocomio infantil “Tony Molleapaza Rojas”, para atender a los niños pobres con defectos de nacimiento.
En 15 años desde que se creó la fundación (y hace tres el hospital) fueron 4 mil 760 los pequeños favorecidos, quienes recibieron tratamientos, operaciones, terapias, entre otros servicios gratuitamente, para que no fallezcan como Tony.
Al año, se operan 300 niños y se efectúan 8 mil consultas gratuitamente. No solamente los arequipeños son beneficiados, sino también de todo el país. Pero, lamentablemente, la crisis en Europa ha mellado el apoyo extranjero en este nosocomio.
Los países aportantes dejaron de enviar sus donaciones de ropa y de equipos. A esto se le suman los trámites burocráticos del país que no les permite alguna consideración. “Deberían bajarnos las tarifas de los servicios básicos, porque si bien es un hospital de una ONG, nosotros apoyamos a los niños del Estado gratis, es ilógico”, acota la dama.
Tony Molleapaza es el motivo de Marjan para seguir con esta ayuda desinteresada. Recuerda que en su vivienda de Challapampa,  que tiene vista a la campiña arequipeña, ella vio fijamente al pequeño que todavía estaba vivo y dormía en la cama.
Pensó en cuánto significaban ambos y en cómo sería cuando él dejara este mundo. Y así, escribió un poema titulado La Mariposa, porque Tony era eso, una mariposa que se posó en las manos de Marjan para no irse aunque haya muerto.
“Mariposa, alza vuelo, muestra tus colores/ y descansa en alguna parte con el pensamiento que fue breve/ y seguro que no suficiente./ Pero, intensivo y significativo para mí,/para todos los que le hayan conocido algún día/ se fue la mariposa.”
El Pueblo 5.7.2015 Conozcan la historia de Tony Molleapaza y la holandesa Marjan van Mourik

El Pueblo 5.7.2015 Conozcan la historia de Tony Molleapaza y la holandesa Marjan van Mourik

“De repente, ahí estuvo, la mariposa se sentó en la palma de mi mano/ ¿Era una mariposa del limón, un pavón diurno o qué habrá sido?” 
Una mariposa, cuyos padres le llamaron Tony Molleapaza Rojas, se posó en las manos de Marjan para no irse. Tenía solo 10 años y ya sabía que se iba a morir. Sus brazos hinchados con venas perforadas mostraban las huellas de su batalla contra el cáncer terminal, su cabeza pelada era el rastro de la quimioterapia, los pulmones afectados, muchos tumores en el cuerpo y la pierna amputada,  las evidencias de que todo estaba mal.
La noche anterior a su muerte, acudió por última vez al cine. Acompañado de dos bomberos paramédicos y de Marjan Van Mourik, la holandesa que lo cuidó en sus últimos días, llegó en camilla al cine. Aquella vez, no le fue fácil entrar. Los encargados del local se negaron a permitirle el ingreso como en otras ocasiones porque  su delicada condición de salud podría provocar malestar o una desgracia dentro.
-¡Disculpa! ¿Tú quieres realizar (el) último deseo de tu hijo? –Les explicó la dama con entendible castellano- ¡Sus películas son mucho más feas que esta realidad, ese chico se va a morir, entonces, ¡qué te pasa para decir que no puede entrar!
A los 10 minutos de iniciada la función de “Bob Esponja 2”, su película favorita, Tony agotó las reservas de oxígeno que llevaron los paramédicos. Entonces, comprendió que era suficiente. Que su función estaba a punto de acabar y que sus energías se le estaban agotando. Volvió a casa de Marjan.
A las seis de la mañana, cuando los rayos de sol  entraban por su habitación,  la mariposa alzó vuelo y dejó de existir. Era un 31 de enero del 2005. El cáncer terminal se lo había llevado. La fea película, que vivió entre hospitales, quimioterapias, vómitos y llantos, tenía que acabar para dar paso a otra que tenga un excelente guión, tal como Marjan se lo había dicho cada vez que él le preguntaba sobre la muerte y su fatal destino.
¿Por qué no me acompañas? le dijo alguna vez y la extranjera le hizo entender que la vida no funciona así, que aunque se suicidara no había garantías de que ambos estén juntos, como cuando lucharon contra la enfermedad desde el primer día que se conocieron.
“Junté las palmas de mi mano, protectoras contra lo que es y era/ Con mi amor y mi corazón intenté darle paz/ Escuché sus pensamientos, sus sentimientos, sus miedos/ Ahora almacenados en mi disco duro/ algún día revelaré su significado valioso.”
Tony llegó a manos de Marjan Val sin esperarlo. Ella era una enfermera que vino al Perú en 1998 como turista y que, ante las necesidades que vio, decidió quedarse y crear –con otros socios- la fundación Paz Holandesa, para apoyar a los pequeños con enfermedades. Esto, aunque estaba lejos de su país y a pesar de que su esposo le pidió decidir entre él y su labor social. Al final decidió por lo segundo.
 Fueron unos vecinos quienes le hablaron del niño. Un día se acercaron a la fundación para comunicarle que en Hunter vivía un niño con cáncer que por escasos recursos de sus padres no era operado ni recibía un buen tratamiento, quedando postrado en una humilde cama. Tras conocerlo aquél 2002,  el pequeño tierno y de cuerpo delicado como una mariposa, la conmovió  convirtiéndose desde aquél momento en su buena amiga.
-Los especialistas de Holanda dijeron que solo viviría seis meses. No le daban mucha vida y quedó viviendo un año y medio- recuerda la enfermera neerlandesa.
Como premio a su valentía por seguir batallando, el pequeño fue llevado por primera vez al cine, el lugar que se convertiría en su preferido, donde a pesar de que al principio salga mal, los personajes siempre terminan felices. Lamentablemente, la vida dista mucho de la ficción. Su vida de desgracias y sufrimientos por la enfermedad, nunca cambió.
Una vez le pidió ir a su casa de Challapampa a pasar un fin de semana y terminó quedándose durante tres meses. Con permiso legal de los padres, Tony se convirtió en residente del hogar de Marjan, quien le cocinaba comida típica de su país y, a veces, salían a comer.
“Fuimos a KFC y pidió pollo familiar. Yo le dije: ¿tanta hambre tienes Tony? y él respondió que era para su familia. Cuando muchos en su situación piden para ellos, él se preocupó por su familia”, relata su protectora, resaltando la madurez y buen corazón del niño, quien se ganó su cariño con sus pequeños gestos.
Esos eran los pocos momentos alegres. Alguna vez, Tony Molleapaza lloraba de ansiedad y por el dolor que le provocaba el tratamiento, se preguntaba por qué le tocó vivir así, por qué Dios se había ensañado con él para darle tanto dolor, que si quizás estaría pagando algún pecado.
-No has hecho nada malo, solo es mala suerte, nada más- recuerda que le decía Van Mourik al menor para calmarlo y no tocar a alguna divinidad que ambos cuestionaban. Aunque hayan pasado 10 años de la muerte de Tony, a la europea aún le dan ganas de sollozar.
Semanas antes de fallecer, Tony se dijo si al morir iría al cielo o al infierno, que le hubiera gustado vivir más, pero ya había desafiado el tiempo que le dio la ciencia y el tratamiento. Fue ahí que Marjan le prometió que construiría un hospital para curar a los niños y que llevaría como nombre “Tony Molleapaza Rojas”. Así simbólicamente seguiría viviendo.
 “Despacito vuelvo a abrir mis manos/ para que la mariposa se vaya, hacia lo que nadie sabe o conoce/ pero, sabiendo que es bueno y suficiente”
Buscando gestiones, logró que el entonces alcalde de Paucarpata, Marcio Soto, le cediera un terreno por 99 años y que con capitales europeos  inicie la construcción del local un año después de la pérdida del chiquillo. Tras acción del director de El Pueblo, Carlos Meneses Cornejo; del ex presidente regional, Juan Manuel Guillén e inversión de algunos privados,  se mejore e implemente algunos lugares. Finalmente el 2012, fue inaugurado el nosocomio infantil “Tony Molleapaza Rojas”, para atender a los niños pobres con defectos de nacimiento.
En 15 años desde que se creó la fundación (y hace tres el hospital) fueron 4 mil 760 los pequeños favorecidos, quienes recibieron tratamientos, operaciones, terapias, entre otros servicios gratuitamente, para que no fallezcan como Tony.
Al año, se operan 300 niños y se efectúan 8 mil consultas gratuitamente. No solamente los arequipeños son beneficiados, sino también de todo el país. Pero, lamentablemente, la crisis en Europa ha mellado el apoyo extranjero en este nosocomio.
Los países aportantes dejaron de enviar sus donaciones de ropa y de equipos. A esto se le suman los trámites burocráticos del país que no les permite alguna consideración. “Deberían bajarnos las tarifas de los servicios básicos, porque si bien es un hospital de una ONG, nosotros apoyamos a los niños del Estado gratis, es ilógico”, acota la dama.
Tony Molleapaza es el motivo de Marjan para seguir con esta ayuda desinteresada. Recuerda que en su vivienda de Challapampa,  que tiene vista a la campiña arequipeña, ella vio fijamente al pequeño que todavía estaba vivo y dormía en la cama.
Pensó en cuánto significaban ambos y en cómo sería cuando él dejara este mundo. Y así, escribió un poema titulado La Mariposa, porque Tony era eso, una mariposa que se posó en las manos de Marjan para no irse aunque haya muerto.
“Mariposa, alza vuelo, muestra tus colores/ y descansa en alguna parte con el pensamiento que fue breve/ y seguro que no suficiente./ Pero, intensivo y significativo para mí,/para todos los que le hayan conocido algún día/ se fue la mariposa.”
El Pueblo 5.7.2015 Conozcan la historia de Tony Molleapaza y la holandesa Marjan van Mourik

El Pueblo 5.7.2015 Conozcan la historia de Tony Molleapaza y la holandesa Marjan van Mourik

“De repente, ahí estuvo, la mariposa se sentó en la palma de mi mano/ ¿Era una mariposa del limón, un pavón diurno o qué habrá sido?” 
Una mariposa, cuyos padres le llamaron Tony Molleapaza Rojas, se posó en las manos de Marjan para no irse. Tenía solo 10 años y ya sabía que se iba a morir. Sus brazos hinchados con venas perforadas mostraban las huellas de su batalla contra el cáncer terminal, su cabeza pelada era el rastro de la quimioterapia, los pulmones afectados, muchos tumores en el cuerpo y la pierna amputada,  las evidencias de que todo estaba mal.
La noche anterior a su muerte, acudió por última vez al cine. Acompañado de dos bomberos paramédicos y de Marjan Van Mourik, la holandesa que lo cuidó en sus últimos días, llegó en camilla al cine. Aquella vez, no le fue fácil entrar. Los encargados del local se negaron a permitirle el ingreso como en otras ocasiones porque  su delicada condición de salud podría provocar malestar o una desgracia dentro.
-¡Disculpa! ¿Tú quieres realizar (el) último deseo de tu hijo? –Les explicó la dama con entendible castellano- ¡Sus películas son mucho más feas que esta realidad, ese chico se va a morir, entonces, ¡qué te pasa para decir que no puede entrar!
A los 10 minutos de iniciada la función de “Bob Esponja 2”, su película favorita, Tony agotó las reservas de oxígeno que llevaron los paramédicos. Entonces, comprendió que era suficiente. Que su función estaba a punto de acabar y que sus energías se le estaban agotando. Volvió a casa de Marjan.
A las seis de la mañana, cuando los rayos de sol  entraban por su habitación,  la mariposa alzó vuelo y dejó de existir. Era un 31 de enero del 2005. El cáncer terminal se lo había llevado. La fea película, que vivió entre hospitales, quimioterapias, vómitos y llantos, tenía que acabar para dar paso a otra que tenga un excelente guión, tal como Marjan se lo había dicho cada vez que él le preguntaba sobre la muerte y su fatal destino.
¿Por qué no me acompañas? le dijo alguna vez y la extranjera le hizo entender que la vida no funciona así, que aunque se suicidara no había garantías de que ambos estén juntos, como cuando lucharon contra la enfermedad desde el primer día que se conocieron.
“Junté las palmas de mi mano, protectoras contra lo que es y era/ Con mi amor y mi corazón intenté darle paz/ Escuché sus pensamientos, sus sentimientos, sus miedos/ Ahora almacenados en mi disco duro/ algún día revelaré su significado valioso.”
Tony llegó a manos de Marjan Val sin esperarlo. Ella era una enfermera que vino al Perú en 1998 como turista y que, ante las necesidades que vio, decidió quedarse y crear –con otros socios- la fundación Paz Holandesa, para apoyar a los pequeños con enfermedades. Esto, aunque estaba lejos de su país y a pesar de que su esposo le pidió decidir entre él y su labor social. Al final decidió por lo segundo.
 Fueron unos vecinos quienes le hablaron del niño. Un día se acercaron a la fundación para comunicarle que en Hunter vivía un niño con cáncer que por escasos recursos de sus padres no era operado ni recibía un buen tratamiento, quedando postrado en una humilde cama. Tras conocerlo aquél 2002,  el pequeño tierno y de cuerpo delicado como una mariposa, la conmovió  convirtiéndose desde aquél momento en su buena amiga.
-Los especialistas de Holanda dijeron que solo viviría seis meses. No le daban mucha vida y quedó viviendo un año y medio- recuerda la enfermera neerlandesa.
Como premio a su valentía por seguir batallando, el pequeño fue llevado por primera vez al cine, el lugar que se convertiría en su preferido, donde a pesar de que al principio salga mal, los personajes siempre terminan felices. Lamentablemente, la vida dista mucho de la ficción. Su vida de desgracias y sufrimientos por la enfermedad, nunca cambió.
Una vez le pidió ir a su casa de Challapampa a pasar un fin de semana y terminó quedándose durante tres meses. Con permiso legal de los padres, Tony se convirtió en residente del hogar de Marjan, quien le cocinaba comida típica de su país y, a veces, salían a comer.
“Fuimos a KFC y pidió pollo familiar. Yo le dije: ¿tanta hambre tienes Tony? y él respondió que era para su familia. Cuando muchos en su situación piden para ellos, él se preocupó por su familia”, relata su protectora, resaltando la madurez y buen corazón del niño, quien se ganó su cariño con sus pequeños gestos.
Esos eran los pocos momentos alegres. Alguna vez, Tony Molleapaza lloraba de ansiedad y por el dolor que le provocaba el tratamiento, se preguntaba por qué le tocó vivir así, por qué Dios se había ensañado con él para darle tanto dolor, que si quizás estaría pagando algún pecado.
-No has hecho nada malo, solo es mala suerte, nada más- recuerda que le decía Van Mourik al menor para calmarlo y no tocar a alguna divinidad que ambos cuestionaban. Aunque hayan pasado 10 años de la muerte de Tony, a la europea aún le dan ganas de sollozar.
Semanas antes de fallecer, Tony se dijo si al morir iría al cielo o al infierno, que le hubiera gustado vivir más, pero ya había desafiado el tiempo que le dio la ciencia y el tratamiento. Fue ahí que Marjan le prometió que construiría un hospital para curar a los niños y que llevaría como nombre “Tony Molleapaza Rojas”. Así simbólicamente seguiría viviendo.
 “Despacito vuelvo a abrir mis manos/ para que la mariposa se vaya, hacia lo que nadie sabe o conoce/ pero, sabiendo que es bueno y suficiente”
Buscando gestiones, logró que el entonces alcalde de Paucarpata, Marcio Soto, le cediera un terreno por 99 años y que con capitales europeos  inicie la construcción del local un año después de la pérdida del chiquillo. Tras acción del director de El Pueblo, Carlos Meneses Cornejo; del ex presidente regional, Juan Manuel Guillén e inversión de algunos privados,  se mejore e implemente algunos lugares. Finalmente el 2012, fue inaugurado el nosocomio infantil “Tony Molleapaza Rojas”, para atender a los niños pobres con defectos de nacimiento.
En 15 años desde que se creó la fundación (y hace tres el hospital) fueron 4 mil 760 los pequeños favorecidos, quienes recibieron tratamientos, operaciones, terapias, entre otros servicios gratuitamente, para que no fallezcan como Tony.
Al año, se operan 300 niños y se efectúan 8 mil consultas gratuitamente. No solamente los arequipeños son beneficiados, sino también de todo el país. Pero, lamentablemente, la crisis en Europa ha mellado el apoyo extranjero en este nosocomio.
Los países aportantes dejaron de enviar sus donaciones de ropa y de equipos. A esto se le suman los trámites burocráticos del país que no les permite alguna consideración. “Deberían bajarnos las tarifas de los servicios básicos, porque si bien es un hospital de una ONG, nosotros apoyamos a los niños del Estado gratis, es ilógico”, acota la dama.
Tony Molleapaza es el motivo de Marjan para seguir con esta ayuda desinteresada. Recuerda que en su vivienda de Challapampa,  que tiene vista a la campiña arequipeña, ella vio fijamente al pequeño que todavía estaba vivo y dormía en la cama.
Pensó en cuánto significaban ambos y en cómo sería cuando él dejara este mundo. Y así, escribió un poema titulado La Mariposa, porque Tony era eso, una mariposa que se posó en las manos de Marjan para no irse aunque haya muerto.
“Mariposa, alza vuelo, muestra tus colores/ y descansa en alguna parte con el pensamiento que fue breve/ y seguro que no suficiente./ Pero, intensivo y significativo para mí,/para todos los que le hayan conocido algún día/ se fue la mariposa.”